sábado, 27 de diciembre de 2008

Antonio Luis o la lección del preso al crítico

Esto no es una crítica..., esto es sólo lo que yo veo, o creo ver, o... quizás creo que lo vio el autor.

En cualquier caso es sincero, pero nunca una crítica.

¿Cómo puedo hacer yo una crítica, cuando siempre consideré que los que se autodenominan críticos no tienen derecho a serlo?

Ser crítico de arte, de teatro, de cine, es sólo una lucrativa profesión a la vez que algo ilícito.
El arte es arte, conocido o anónimo, editado o destruido, vivo o muerto; así que no seré yo el que critique algo que, como obra de arte, surge de lo más profundo de otro ser humano, su creación.

No..., no seré yo el que lo haga.



A medida que me adentro en el texto, me van cubriendo sensaciones y situaciones familiares, adquiridas a la fuerza por mi estancia en esta cloaca social donde me trajeron. Familiares, no tanto en la similitud real que pueda haber, pues realmente no existe en la forma, sino en el contenido.

Abel y Enric, dos maneras diferentes de sentirse prisionero. Abel ya es víctima, o quizás producto del tiempo y de su inevitable transcurrir, siendo creación del paso inexorable de éste; de su inevitable efecto.

Abel vive con resignación y resiste la marathon de prisión, sin embargo, todavía no se tornó isla, deja puertas abiertas a la posibilidad de que Enric no sea un pesado lunático e insoportable. La experiencia adquirida le indica inconscientemente que quizás haya algo más detrás de lo aparente, y si surge lo espera sin impaciencia.

Enric es dueño y dominante en y de su espacio y crea lazos y vínculos entre él y Abel, nexos que sólo existen en su mundo, siendo a su vez producto de su propia fantasía.

Abel se mueve en una zona interna, manteniendo una economía de gestos y emociones, y hasta sonríe de una forma sorda y escondida.

Enric está sustentado por la seguridad de que sus complejos pensamientos, creadores de su propia realidad, le hacen dueño de una supuesta verdad absoluta.

Las pequeñas preguntas de Abel, síntoma de la resignación con que intenta hacer la digestión de una pesada y pétrea realidad, son conductoras, espoletas conductoras que detonan esas bombas en forma de super-frases con que, más que atacar, invade Enric. Estas pequeñas preguntas "tiro a tiro" de Abel muestran la no abandonada intención de descubrir, sin apenas conciencia de interés, algo dentro de la entramada jungla de pensamientos que esconde y camufla miméticamente a Enric. Al mismo tiempo, su desgana es un paso a nivel que cierra a voluntad, para evitar ser arrollado por el tren de pensamientos de Enric.

Abel encarna la tolerancia dada por la experiencia y aguanta como un curtido "sparring" los puñetazos del merodeo mental y la curiosidad de Enric, provocadora ésta de la suya propia, curiosidad que hará llegar a la sorpresa y a la conciencia de quien es realmente Enric.

Abel, ante la no elegida e inevitable situación, se convierte en evaluador accidental de Enric. Tiene delante al paradigma de la cultura y las ciencias, impregnado todo de ese "algo" antisocial.

Abel observa con la reserva que le permite su racionalidad, como en un discurso utópico. Enric ataca a todos y a todo, no dejando títere humano ni inhumano con cabeza. Ningún estamento se escapa de un rasero de verdad absoluta. Enric, en su valentía verbal, comete errores al no ser consciente de su poder como gurú sugestionador de masas, poder que Abel comienza a ver cierto en la lectura de sus cartas. Abel es un digno rival amigo de Enric, y ahora está implicado, pues al ver el tipo de cartas que recibe Enric, se ve obligado a tomar un partido razonado, por eso se ofrece a contestar sus cartas, pero siempre con la sutil habilidad de hacer creer a Enric que es él el que decide, cuando en realidad es Abel mismo quien lo hace.

Enric tiene que tener siempre la última palabra y su gigantesco ego tiene que ser manejado con pinzas de disección y paciencia de neurocirujano.

Poco a poco, creo que Enric comienza a rozar la conciencia de su no reconocida inferioridad mortal y humana, pues es, a la vez que verdugo, víctima de su hipersensibilidad, su inmensa cultura y del galopante narcisismo que le embarga.


No quiero olvidarme de Delicadeza, personaje fundamental a mi entender, no por la extensión en apariciones, sino por su efecto, ella es bálsamo conciliador, el agua pesada que enfría el reactor nuclear, donde fisionan los átomos de Enric y Abel, es también cambio de ritmo y punto de inflexión. En ella quiero ver el reverso del "síndrome de Estocolmo" es antonímico, al invertir los papeles establecidos y haber creado unos vínculos no demasiado exhibidos con los "secuestrados".

Después de la marcha de Enric, después de ese vacío que deja; cuando todo reposa, aparece en un ejemplo de algo que vemos a diario, el poder de los medios de comunicación. La sociedad mediática está representada por el actor, que es sólo la punta del iceberg de esa fábrica de mitos, sin la cual estos no existirían. Los "medios exaltan, elevan, buscan y proyectan en la sociedad características de los individuos, que realmente no están donde las buscaron, sacándonos a todos de la realidad con solo afán de lucro, sacando plusvalías de los falsos ídolos contemporáneos, pero eso... eso es otra historia y este es un buen momento para dejar de hablar y cortar el grifo de mi pensamiento. No olvidemos que estas líneas de tinta que hablan de una cárcel de "mentira", salen del bolígrafo que sostiene en sus manos un preso real en una cárcel de verdad, llena de muchos años en un solo acto.

Es la hora de comer... y tengo hambre.

Antonio Luis Ruiz León

1 comentario:

Val dijo...

HOLA JUANMA, AQUI VAL.
GRACIAS POR TODAS LAS COSAS RICAS QUE PUBLICAS.
TE MANDO UN BESO Y PASATE CUANDO QUIERAS:
www.ariadnevalery.blogspot.com

HASTA LA VISTA!!

Quizá ya viste este comentario en una entrada de 2007, pero por si aca... besos.